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by Jose San Román de Pina

Con casi el 25% de participación en la vida, toda la vida, y por consecuencia en las compras, todas las compras de este país, los mayores de 65 años podríamos, legítimamente, iniciar una acción de protesta masiva contra la publicidad, es decir contra anunciantes, agencias y medios, por la afición a tratarnos mayoritariamente como si fuéramos retrasados mentales, ñoño-sentimentales o prostático-intelectuales.

Hace ya medio siglo, y en unas sesiones celebradas por el Capitulo español de la IAA, Jordi Garriga (director de Publicidad de Nestlé) Manu Elexpuru (CEO de J.W. Thompson) y yo mismo, planteábamos el tema; que podría expresarse hoy como: “¿Porque la publicidad trata como idiotas a los mayores?”.

Como tristemente (y no sabéis lo que os perdéis por ello.) Jordi y Manu ya no pueden opinar, pero yo sigo aquí comprando, viendo televisión, oyendo radio y leyendo prensa; es decir, siendo objetivo concreto de comunicación de casi todos los productos que se anuncian en España; me he pasado el fin de semana analizando spots, cuñas, y anuncios impresos de algunos diarios, canales de TV y emisoras elegidas “al tuntún”. El lunes me he dedicado a la cansada (por la carga de estulticia del asunto) labor de intercomunicar con varios de los “influencers” al parecer más exitosos de la galaxia digital.

Todo para comprobar, que la cosa sigue como hace medio siglo: una mayoría de los mensajes dirigidos a los “mayores” (Termino absolutamente tonto-buenista e indefinitorio, por cierto) parecen haber definido su perfil “a capón”, es decir “porque-me-da-la-gana”; y en dos versiones mayoritarias: como retrasados mentales y físicos, o como aspirantes a competir en un casting de modelos, o un título de triatlón.  Apenas aparecen mayores de setenta años con apariencia y en actitudes normales y corrientes, y tan diversas como la de los de veinte o cuarenta.

Como ya ando medio fuera de la acción  y del análisis regular de las virtudes y pecados de la comunicación en general, y la comercial en particular; me arriesgo a pensar que la cosa es, una vez más, consecuencia de lo que parece seguir siendo un pecado tradicional de la publicidad: sustituir la “realidad real” es decir factual,  por  el  tópico y un pretendido ingenio; es decir, olvidar o no aceptar que la publicidad es un pedacito, importante, pero solo un pedacito, de una actividad racional, el marketing, donde solo la investigación y el dato hacen que el tópico sea justificable y el ingenio pueda resultar eficaz y memorable.

Aparentemente la investigación y los datos que se utilizan sobre hábitos y actitudes de la población mayor de 65 años, se limita a la estadística demográfica (es un sector importante del consumo claro!) y olvidan en su mayoría una investigación psicográfica medianamente seria.

Creo que voy a plantear una acción de boicot a algunas marcas, por mis socios de “grupo de edad”, hasta que la cosa mejore.

Hasta la próxima.

 

 

 

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